En la vida de muchos edificios sevillanos, el tiempo les ha hecho cambiar de uso: palacio-casa de vecinos-apartamentos es un ejemplo típico. Sin embargo, este edifcio situado en Sebastián Elcano esquina con Virgen de la Cinta es un caso singular. Y es así porque, despues de muchos años de completo abandono, se ha convertido en plató de cine.
Todo empezó en el año 2012 cuando aparecieron carteles en las calles adyacentes advirtiendo de que se iba a rodar una película y que se acotaría la zona de aparcamiento. Al tiempo, el vecindario comprobó que era cierto y que en ese edificio olvidado se estaba rodando. Era para una película del director sevillano Santiago Amodeo, quien sorprendió hace ya unos años, junto a Alberto Rodríguez, con su original El Factor Pilgrim y a la que siguieron Astronautas y Cabeza de Perro. Fue, precisamente, para su última película, ¿Quién mató a Bambi?, cuando se rodaron escenas en este edificio.
Parecía que todo quedaría ahí pero durante todo este mes se ha estado rodando la nueva película de Paco León: Carmina y Amén. Y la cosa sigue, pues ota película, Asesinato Perfecto, se ha puesto en cola. Así que parece que tenemos un edificio para el cine por mucho tiempo.
Antonio Cruz Villalón y Antonio Ortiz García han sido de los que mejor han adaptado la arquitectura sevillana al lenguaje moderno. En 1976, en el edificio de Doña María Coronel, 26, aportaron una acertada propuesta de uso del lenguaje moderno en el casco histórico de la ciudad, muy lejana del estilo ramplón y convencional que tanto se prodigó en aquella época y que tanto degradó el casco antiguo.
Su “racionalismo tranquilo” es patente en la estación de Santa Justa, construida entre 1987 y 1992 como terminal de trenes de alta velocidad AVE. Su apertura supuso un jalón decisivo en las comunicaciones al acercar Sevilla y Madrid a solo dos horas y media a través del AVE. El Estadio surgió con la idea de que Sevilla se convirtiera en sede de unas olimpiadas y se concretó con la organización del Mundial de Atletismo 1999. Lo proyectaron Cruz y Ortiz junto al ingeniero José Luis Manzanares. Presenta al exterior una apariencia horizontal conseguida al situar las pistas deportivas a un nivel inferior a las cotas naturales, lo que permite una menor altura del edificio en rasante. De manera original se diseñó la fachada sur como un gran ventanal abierto al antiguo recinto de la EXPO 92 que en palabras de sus creadores “permite durante el día la iluminación natural de su interior, a la vez que facilita una visión del graderío y la cubierta desde el exterior, transformándose por la noche en un escaparate de enormes proporciones que muestra el espectáculo que ocurre tras su paño de cristal”.
Entre otros, edificios en Sevilla se encuentran el edificio de viviendas en calle Medina 1 de Sevilla (1974), la Diputación Provincial de Sevilla (1995) o la Biblioteca Infanta Elena (1999).
Entre sus obras fuera de Sevilla podemos citar:
(1981-1986) Adaptación para Archivo histórico provincial de la Casa de las Cadenas en Cádiz.
Muchas veces me paro a contemplarlo desde la Avenida de la Constitución o, mejor, desde la calle Santo Tomás. Cuando el sol ilumina su fachada blanca y su luz se refleja en sus amplios ventanales siempre pienso que es el más bello de los edificios modernos de Sevilla. Su arquitectura no palidece ante la arquitectura regionalista que le rodea; es más, humildemente opino que la supera y que es digno contrapunto a la belleza clásica del Archivo de Indias al que se enfrenta.
Es una obra concluida en 1936 del arquitecto José Galnares Sagastizabal (1904-1977). Galnares estudió en Barcelona; estaba cercano a las propuestas de Josep Lluis Sert y asumía las ideas del GATEPAC, grupo fundado por aquel y por Fernando García Mercadal.
En la memoria del proyecto para la Mazarredo, 4 (1934), afirma su idea de la arquitectura: «no debe haber detalle por nimio que parezca que no obedezca a un fin útil y necesario. Éste es el verdadero arte de la Arquitectura ya que su fin es esencialmente utilitario. Con este criterio de la funcionalidad lo servimos con lealtad».
El edificio de Rodríguez Jurado, 6, fue un encargo del conde de Ybarra (José Ibarra y Lasso de la Vega), sin embargo, se realizó finalmente para los fabricantes de aceite de oliva Bruguier y Trujillo. La fachada de hormigón distingue en su dibujo la verticalidad de la rejilla de pares de vanos cuadrados que ilumina el hueco de la escalera y la horizontalidad repetida de sus balconada corrida. Esta se cierra en forma de semicurferencia, saliéndose del estricto modelo rectangular propio de Gropius y su Bauhaus para acercarse al racionalismo expresionista de Mendelsohn quien utilizó magistralmente la línea curva en sus edificios.
Otros inmuebles racionalistas de Galnares son la casa Lozano González en Mazarredo, 2 (su primera obra, de 1935), e HYTASA (1941, junto a Juan Talavera y Heredia). Tras la Guerra Civil sus diseños se adaptaron al estilo monumental y nacionalista propio de la postguerra aunque manteniéndo dentro de este envoltorio sus ideas modernas. En este grupo se encuentran el Banco de Bilbao en la plaza Nueva (1950) o la delegación de Hacienda (1953) (en ella, encima de la puerta principal utiliza una rejilla con vanos similar a la que había usado en la casa Ybarra para iluminar la escalera; dada la cercanía de ambos edificios, es buena idea acercarse a verlos y compararlos). De 1953 es también el edificio Elcano con sus 4 extraños miradores que parecen una concesión a la arquitectura historicista.
Concluyo con la esperanza de que, cuando paséis por Rodríguez Jurado, levantéis la mirada y lleguéis a sentir la emoción de que contempláis algo bello.
Gabriel Lupiáñez Gely (1900-1942) fue el introductor del racionalismo en Sevilla con su Mercado de la Puerta de la Carne (1927-1929) y su Cuartel de Eritaña (Hotel Eritaña durante la Exposición)(1929). Se formó en Madrid, concluyendo los estudios en 1927, desde donde vino converso a la arquitectura moderna. Su mala salud derivada de la turbeculosis influyó de manera terrible en su carrera; es por ello que muchos de sus proyectos tuvieron que ser dirigidos por compañeros suyos. Su temprana muerte privó a la ciudad del que podía haber sido el más brillante arquitecto de su generación.
Lupiáñez construyó en 1938-1939 el edificio de San Pablo, 2, junto con Rafael Arévalo Carrasco (1898-1952). Sus tres pisos vuelan sobre la base menor de la entreplanta y bajos comerciales. Como en el cuartel de Eritaña y en Azafrán, 34, utiliza esquinas redondeadas en el cuerpo superior donde abre ventanas con persianas, consiguiendo la sensación de una fachada más amplia y airosa.
Edificio mal recibido por la Sevilla de la época que lo denominó Cabo Persianas. Su similitud con un barco inspiró que se bautizara tal como denominaba a estos la Naviera Ybarra, la cual escogía nombres de cabos geográficos.
En 1940, la polémica llevó a decretar su derribo. Juan Talavera y Heredia, como arquitecto municipal era el encargado de llevarla a cabo. Sin embargo, en su escrito al Ayuntamiento, defendió habilmente el edificio y trató como vulgares a los edificios decimonónicos de la plaza de la Magdalena. Como consecuencia, en los siguientes años, se fueron derruyendo éstos y la plaza de la Magdalena, una de las más bellas de la Sevilla Ideal, es hoy día, ahora sí, completamente vulgar. Paradójicamente, el excelente edificio de Lupiáñez constituye, actualmente, el inmueble más importante de los que da a dicha plaza.
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La crisis internacional del 29, agravada en Sevilla por la deuda derivada de la Exposición Iberoamericana, precipitó la caída del estilo regionalista, necesitado de una costosa mano de obra especializada, y la aparición del movimiento moderno.
Gabriel Lupiáñez fue precursor del racionalismo en Sevilla con su Mercado de la Puerta de la Carne, su Cuartel de Eritaña en 1929 y el llamado Cabo Persianas (1939). A su vez, el discípulo de Le Corbusier, Josep Lluis Sert, construyó la Casa Duclós en 1930 en el barrio de Nervión. Podemos citar también la Casa Candau de Antonio Delgado Roig y Juan Talavera (1935) o Rodríguez Jurado, 6 (1936) de José Galnares.
En la calle Imagen, tras el ensanche que se realizó en los años cincuenta, se levantaron edificios de estilo internacional que constituyeron un pequeño oasis en el panorama de la época. En los años sesenta, se levantaron barriadas con la intención de dar cabida a la población creciente. El resultado fue un paisaje repetitivo de altos bloques, aunque también hubo aciertos brillantes como la barriada de los Diez Mandamientos (1958-1964) de Luis Recasens.
La Exposición de 1992 fue el acicate para la transformación de la ciudad: la creación de las nuevas rondas de circunvalación, la estación de Santa Justa de Antonio Cruz Villalón y Antonio Ortiz, destino del Tren de Alta Velocidad (AVE), el nuevo Aeropuerto de Rafael Moneo o los seis nuevos puentes sobre el Guadalquivir. La Exposición legó excelentes obras entre las que destacan el Pabellón de la Navegación de Vázquez Consuegra, el Pabellón de España de Cano Lasso o el Pabellón de Finlandia de Sanaksenaho.
El Seminario Diocesano, obra de José Antonio Carbajal de 1997, fue el broche de la arquitectura sevillana del siglo XX. En 2009, diseñado por el arquitecto Richard Rogers, premio Pritzker de arquitectura, se inauguró el Centro Tecnológico Palmas Altas. En 2011 se concluyeron las polémicas Setas de la Encarnación de Jürgen Mayer; una amplia cubierta que cubre toda la plaza.
Centro Tecnológico de Palmas Altas
La arquitectura contemporánea debe ser asumida por los sevillanos como tan propia como las casas barrocas, románticas y regionalistas. Sí, tenemos que conservar el legado de la Sevilla que quedó acrisolada en 1929 pero debemos apostar, al mismo tiempo, por una arquitectura moderna y de calidad para que la ciudad avance. Las ciudades cambian porque cambia la sociedad que la habita. Los sevillanos de los sesenta abandonaron sus singulares casas de patio por pisos porque la situación económica y social de aquellos ya no tenía nada que ver con la de sus padres. Por lo tanto, si queremos preservar el bello caserío que hemos heredado y que da carácter a la ciudad es indispensable que lo valoremos en su gran importancia y que le demos un nuevo uso, incluso, llegado el caso, aliandose a la arquitectura moderna y no dándole la espalda.
En los libros sobre Sevilla de Editorial Maratania siempre hemos buscado esa doble intención: valorar la belleza de nuestras casas más que centenarias y apostar por una arquitectura contemporánea que no vulgarice la ciudad sino que la realce. Ambas cosas son posibles desde la humildad, desde el conocimiento profundo de Sevilla y desde el respeto a ésta.