♦ Dos veces he tenido la fortuna de entrar y, aunque es posible que no vuelva a tener esa oportunidad, debo admitir que si es así, tan vivo y tan bell0, es porque es un huerto cerrado.
La Casa de las Dueñas tiene vida, espíritu. alma. Mientras otros edificios históricos se han contagiado de la frialdad burocrática de las instituciones que albergan o se le ha fosilizado su belleza al convertirse en museos, la residencia sevillana de los Alba regala todavía la elegancia, la belleza y la historia centenaria de su familia.
Pasearse por su patio principal con su encantadora fuente rodeada de calas. subir por su grandiosa escalera y llegar a su galería alta, donde las mecedoras nos invitan a descansar, es un placer sin igual. Una gallina kitsch, jarrones, flores, sillas, frescos renacentistas forman un variopinto escenario combinado con una inteligente delicadeza. Traspasar la puerta y llegar al salón del Piano y ascender con la mirada a los artesonados mudejares, sobrecogerse con el majestuoso comedor y descansar en el pequeño oratorio y seguir dando vueltas sabiendo que mientras lo recorres, ese espacio, ese tiempo es, de alguna manera, tuyo, es un privilegio que sólo se puede, humildemente, agradecer.