La Virgen del Rocío tiene el magnetismo especial que solo pocas y veneradas imágenes inspiran al pueblo, lo cual se une a la sensual belleza de la marisma en este lugar. Su nombre es metáfora de la venida del Espíritu Santo, que en el día de su multitudinaria procesión se conmemora.
En la madrugada, tras el rezo del rosario, los almonteños saltan la valla de la ermita para llevar a la Virgen. Como una nave surcando un océano de brazos en un milagroso equilibrio inestable recorre en andas la aldea hasta regresar de nuevo a la ermita donde todo concluye tras el canto de la salve.
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