A las residencias de la aristocracia sevillana siempre se les ha llamado, simplemente, casas: la casa de Pilatos, la casa de los Pinelos, la casa de Altamira, etc. La denominación de palacio se quedó exclusivamente para denominar a la residencia de los prelados hispalenses. Más tarde, en 1849, al convertirse la antigua universidad de Mareantes en residencia de los Duques de Montpensier, Antonio de Orleans, hijo de Luis Felipe de Francia, y la infanta María Luisa, hermana de Isabel II, a San Telmo se le llamó también palacio.
En el solar del Palacio Arzobispal existieron unas termas romanas de las que se conservan una cámara abovedada con nichos de lo que podría ser el frigidarium y la pila del patio de los Naranjos de la Catedral. Su origen como residencia de los prelados hispalenses procede de la donación que realizó Fernando III el Santo al obispo Don Remondo en 1251 de “unas casas en la plaza de Santa María, su bodega, cocina, establo y una hortezuela dentro de las casas”.
El palacio actual se edificó en la segunda mitad del XVI, momento en que se definió su planta en torno a sus dos patios, obras realizadas, fundamentalmente, con los arzobispos Rodrigo de Castro (1582-1600) y Fernando Niño de Guevara (1601-1609). Ambos patios son del milanés Vermondo Resta. En 1604, se realizó el espléndido salón principal con un extraordinario techo con 70 pinturas
En tiempos de Antonio Paino (1663-1669) se levantó la espléndida escalera y en el 1704 se concluyó el edificio con su monumental portada principal bajo la dirección de Pedro Romero. Columnas pareadas profusamente decoradas sostienen un frontón roto en donde se abre un gran balcón con rica ornamentación rematado con una peana y dos jarras. Junto con la del Museo de Bellas Artes representa el mejor antecedente de la obra maestra de las portadas barrocas sevillanas, la del Palacio de San Telmo.
Durante la ocupación napoleónica de Sevilla (1810-1812), fue la residencia del Mariscal Soult. Entre los numerosos arzobispos de la ciudad tiene un lugar destacado San Leandro (540-600), quien convirtió a San Hermenegildo y educó a su hermano San Isidoro (560-636), también arzobispo de Sevilla y autor de las “Etimologías”, que tuvieron una extraordinaria influencia en la cultura medieval. Tiene un recuerdo imborrable en la memoria de los sevillanos, el cardenal Marcelo Spínola (1835-1906) quien durante la hambruna por la sequía de 1905 pidió como un mendigo limosna de puerta en puerta para los pobres. En 1987, Juan Pablo II lo beatificó junto a Sor Ángela de la Cruz (1846-1932), “la madre de los pobres”, fundadora de las Hermanas de la Cruz, siendo ambos de los personajes más queridos por los sevillanos del siglo XX.
La plaza a la que se asoma estaba ocupada en gran parte por el Corral de los Olmos, sede del Cabildo municipal y del eclesiástico hasta el XVI. El Corral, en ruinas, se demolió en 1791. A principios del XX se produjo el ensanche de Mateos Gago y se construyó la fuente, obra de José Lafitta, con el remate de farolas y con las bocas de agua copiadas de originales romanos de la Casa de Pilatos.
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