La Torre del Oro fue la última gran obra que los musulmanes dejaron en la Sevilla. No es de extrañar que fuera de carácter defensivo con un imperio almohade en plena decadencia tras la derrota de las Navas de Tolosa en el 1212.
Se levantó, en tiempos de Yusuf II, por el gobernador almohade de Sevilla Abul-Ula Idris, hacia el 1220. Defendía el puerto al sur de la ciudad, como torre albarrana en el extremo de una coracha (elemento de la fortificación destinado a acceder al agua) junto a una torre al otro lado del río, hoy desaparecida. De torre a torre cruzaba una gruesa cadena que evitaba que las naves pudieran acceder o abandonar libremente el puerto, pero que el Almirante Ramón Bonifaz rompería en 1248 con su barco durante el sitio de la ciudad. Tras el Descubrimiento de América en 1492, la torre dominaba el puerto por donde entraban las riquezas del Nuevo Mundo de cuyo tráfico disfrutaba Sevilla el monopolio.
Un lienzo de muralla la unía a la torre de la Plata, a la de Abd al Azis y al Alcázar, lienzo que se derribó en 1821 durante el Trienio Liberal. En 1830, en tiempos del asistente Arjona, se derribó la coracha, quedando la torre exenta. Tras su primitivo uso defensivo ha tenido numerosos destinos, capilla, prisión, almacén de pólvora u oficina de correos, siendo actualmente un Museo naval.
La Torre del Oro debe su denominación, según el cronista Ortiz de Zúñiga, a que sus muros lo cubrían azulejos dorados, aunque otros se inclinan a pensar que el nombre deriva de su uso para albergar en él objetos valiosos. Tras la restauración de 2005, se cree que podría derivar del tono dorado que le daba el enlucido de mortero, cal y paja.
La Torre se divide en tres cuerpos. El primero es de planta dodecagonal, construida con tapial de argamasa, con basamento y esquinas de sillería. El segundo cuerpo es de planta hexagonal y la decoración de cintas verdes de cerámica enmarcando los arcos constituyó una innovación en la arquitectura musulmana. La torreta de remate se añadió en 1760 y la diseñó Sebastián van der Borcht.