Paseaba con mis hijos jugando a «Imaginación». Inventábamos cosas imposibles y nos reíamos creyéndolas ciertas. De repente, mi hijo dijo: «Te imaginas que las tiendas tuviesen piernas». Seguía siendo niño con ellos y seguía alegre, divertido al imaginarme como salían de los edificios y se ponían a pasear. Después, ya solo, salió el adulto que me domina y pensé que era una buena metáfora de lo que ocurre en nuestra España querida: las tiendas tienen piernas, las empresas tienen piernas, las industrias tienen piernas y han salido huyendo. ¿Dónde está el que las coja con lazo y las traiga de nuevo?
Te sugiero este otro juego, en su momento practicado por mí con no poco éxito entre mis hijos: imaginemos que nos quedamos encerrados en El Corte Inglés y que estamos solos. Si tenemos hambre iremos al supermercado y cogeremos esto o lo otro; si se ha de cocinar iremos a la de electrodomésticos y utilizaremos este chisme u otro; si queremos oír música, o dibujar, o descansar un rato, etc. etc.
Pablo, ¡qué orgía consumista¡
Lo practicaré.