Hoy es Viernes de Dolores, el día de las lolas. Sorprende como el gracejo popular ha transformado un nombre que evoca el padecimiento en uno de los más encantadores del castellano. De parecida forma, en la imaginería sevillana, admira como la representación de la cruenta muerte de Cristo se transforma en imagenes que evocan paz, armonía y amor sin negar la brutalidad, el dolor y el sufrimiento de la pasión redentora de Jesús de Nazaret.
Esta ambivalencia de lo representado y lo sentido alcanza su extasis cuando el sevillano contempla las imágenes por las calles de la ciudad al ritmo acompasado de los costaleros. Así que no extraña que cada vez que este sevillano contempla una imagen en una iglesia se las figura «procesionando» por sus calles y, todavía en mayor medida, si no pertenece a la dilatada nómina de las cofradías. Dos obras de Montañés son las más deseadas en este sentido: el Cristo de la Clemencia y El Cristo de los Desamparados, obras sublimes y magistrales ambas. La cosa es que, alguna vez, ese deseo se cumplió. El primero salió ocasionalmente, como en el Santo Entierro Magno del año de 1920. El segundo fue titular del hermandad de la Lanzada durante todo el tiempo en que esta residió en la iglesia del Santo Ángel de 1851 a 1916. Eso ya pasó y, ahora, sólo nos queda soñarlo mientras que contemplando los sublimes simulacros de Montañes nos elevamos para alcanzar la paz, la armonía y el amor.
Juan Pablo Navarro Rivas