¡Eindhoven, Glasgow y Turín; y también Mónaco; y la liga, y las copas y supercopa de España¡ ¡Sevilla Campeón¡
Otro día más para dar gracias al fútbol, para dar las gracias por ser sevillista y otro día más por la alegría compartida con amigos y desconocidos que ayer eran, ciertamente los eran, y hoy también lo son, ciertamente los son, mis hermanos.
Y esta alegría la colmo al mirar atrás. Porque la cosa es que el destino parecía que a mí no me deparaba esta gloria. Con un abuelo presidente del Betis, la vida parecía que me llevaría por el otro lado de la orilla; pero no fue así, mi lógica infantil de que yo era de Sevilla y mi equipo tenía que ser el que llevaba su nombre me salvó. Y no eran grandes tiempos, el Sevilla penaba en segunda, aunque los Superdinámicos que compraba me mostraban un feliz pasado.
El primer logro que llega a mi memoria es uno mínimo, una victoria en Linares, ¡que nos libraba de la promoción¡, con dos goles del mítico Biri Biri, que un año después nos guiaría a Primera.Y, entonces, me asombraría con los potentes disparos de Scotta, ¡pish, pish, que viene, que viene¡, y el golazo de Bertoni, que desde un pico del área y con una parabola imposible quitaba la liga a la Real Sociedad. Y después don Manolo Cardo, Pintiño y Francisco para regalarme mi primer «yo estuve allí», en la UEFA claro, tenía que ser la UEFA, «Sevilla 4 – Paok de Salónica 0». Llegarían grandes equipos con grandes jugadores: Polster, Zamorano y, sobre todos, Suker, Suker, Suker. Pero pasaban los años y, otro año igual. otro año igual, se quebraban las esperanzas de ganar algo.
Era el año 2005, compraba el periódico por la mañana, cuando a mi lado un hombre cansado por no haber dormido toda la noche sonreía feliz con la portada que a mí me dolía. Era la seguna copa ajena que yo vivía y, desconsolado, pensaba que no, que nunca llegaría, que nunca saborería el triunfo. Juan Pablo, nunca pierdas la esperanza porque del Sevilla «dicen que nunca se rinde y el arte de su fútbol no tiene rival». Lo demás, cantado con un himno providencial que nos arrebata, ya lo sabéis: ¡Eindhoven, Glasgow y Turín; y también Mónaco; y las copas y supercopa de España¡ ¡Sevilla Campeón¡… y queremos más, porque el Sevilla FC está entre los elegidos y porque, en la orilla que de niño yo elegí, se exige siempre soñar con más.
Juan Pablo:
Una reflexión de las mías al hilo de tu lógica («mi lógica infantil de que yo era de Sevilla y mi equipo tenía que ser el que llevaba su nombre me salvó»): ¿no podría ser la plantilla del Sevilla la del, por ejemplo, el equipo de Sebastopol? (un portugués, un croata, etc. etc.). O, lo que es lo mismo, ¿qué sentido de vinculación tienen hoy en día los equipos de fútbol?
Esto aparte, ¡ENHORABUENA! (de la que por cierto participo).
Gracias Pablo, como sabes, el fútbol es hijo de la épica y de la mística, De igual mamera que, en las guerras antiguas, las legiones romanas, los tercios españoles o la legión extranjera francesa no tenían por qué ser romanos de la misma Roma, españoles de la misma Sevilla ni franceses de la misma París, así ocurre con los equipos del fútbol. Como mística que es, reciben su bautismo al ceñirse la camiseta con su sagrado escudo ante la iglesia que es la afición y así Biri Biri, Kanoute o Beto son tan sevilllanos como yo o, incluso más, porque han hecho su historia. ¿Te convenzo? Un fuerte abrazo y dale consuelos a tu cuñado, que vaya año que ha sufrido.