El pasado día 14 de diciembre presentamos en la Iglesia del Hospital de la Caridad la colección «Vidas de Santos». Sus dos primeros títulos son «Miguel Mañara, el rico que sirvió a los pobres» y «San Ignacio, el soldado de Dios». Muchísimas gracias a todos los que llenaron la iglesia para la presentación.
Presentó el acto el Hermano Mayor de la Caridad, José Luis Olivares. Seguidamente, Juan Carlos Moreno Muruve disertó sobre la figuras de Miguel Mañara e Ignacio de Loyola. Seguidamente, Juan Pablo Navarro expuso las razones que han llevado a crear esta colección.La presentación concluyó con la lectura de fragmentos de ambos relatos.
Les adjuntamos copia del texto en que se basó la intervención de Juan Pablo Navarro.
«Hermano Mayor, hermanos, amigos, muchas gracias por venir. Existe un adagio jurídico que dice “Excusatio non petita, accusatio manifesta”, es decir, que el que se disculpa sin que se lo pida, demuestra su culpabilidad. A pesar de ello, empezaré por disculparme, porque hoy día, publicar historias de santos no está de moda, es extraño, incluso mal visto. Sin embargo, como leí a un amigo, debemos regalar cuentos de santos a nuestros hijos.
Vivimos una cultura del entretenimiento, la diversión es perseguida por todos; desde ese punto de vista, pocas historias son comparables a las de una de santos: sus personajes son originales, sus historias inauditas, algunos sucesos superan la mayor de las fantasías. Si pensamos que las biografías de santos las escribe Dios, ¿no debemos considerarlo un autor imbatible?
Sin embargo, si solo de contar historias para pasar el tiempo se tratase, os aseguro que no me habría metido en esta aventura. Porque, al final, de lo que se trata es de educar a nuestros hijos para que sean libres.
No sé si conocéis a Douglas Hyde. Fue un periodista inglés director del Daily Worker, el diario del partido comunista inglés. Se había hecho comunista a los 17 años para convertirse al catolicismo a los 47. En uno de sus libros después de la conversión responde a la pregunta de ¿Por qué los comunistas estaban tan comprometidos con su causa y tenían éxitos como líderes? Él explica, que cuando era joven, si en su barrio cualquiera tenía un problema, siempre había un miembro del partido que se solidarizaba con él y se implicaba para ayudarle. Eso hacía nacer la admiración por sus miembros y aunque no se conociese o entendiese su ideología, a muchos jóvenes, como le ocurrió a él, les movió a afiliarse al partido. Una vez hecho esto ¿qué pasaba? Lo mandaban a cualquier esquina de Londres con un montón de folletos e ignorantes se enfrentaban contra todos los que debatían en contra del comunismo. Cuando ya estaban desesperados por su ignorancia, de repente, les llegaba un miembro del partido, le cogía por los hombros y le preguntaba: ¿no crees que te vendría bien un curso de formación? De esta manera, profundamente motivados para aprender, eran formados en cursos perfectamente diseñados para hacerlos líderes de sus barrios, de sus centros de trabajo, de los ámbitos en que se movían. De esta pequeña historia se pueden sacar bastantes conclusiones: seguimos a quienes admiramos, necesitamos conocer lo que creemos, debemos estar dispuestos a defender la verdad. Los santos son los mejores referentes que podemos regalar a nuestros hijos, a nuestros amigos, a los creyentes y también a quienes no lo son.
Pero ¿quiénes son los santos? Para mí tienen tres características principales: viven confiados en Dios, se alimentan de la oración y de los sacramentos, y ven a Cristo en los demás.
Sí, realmente, se creen la famosa parábola en la que si Dios alimenta a los pajarillos y viste a los lirios del campo, cuánto hará por nosotros. Se lo creen, y las cosas le resultan, esta parábola se hace realidad en sus vidas. Veis este Hospital de la Caridad en donde estamos hoy. Cuando Mañara lo presentó al cabildo de la Hermandad, todas las personas razonables y cuerdas dieron por imposible que se levantase y sin embargo, aquí lo veis. Hay una pequeña historia de San Ignacio que me encanta. Va camino de Venecia con la intención de embarcarse para peregrinar a Jerusalén. Vive del dinero que le dan de limosna y lo que tiene poco le dura, pues se lo entrega a los necesitados que se encuentran por el camino. Para él, el dinero es un estorbo y lo entrega a pesar de que eso le impida ahorrar para pagar el pasaje. Por el camino, se le unen otros caminantes pero, hay peste en Italia y para entrar en Venecia se necesita ir a Padua a pedir un salvoconducto. Estos le abandonarán porque Ignacio con la salud quebrada va más lento que ellos. Él, solo, confiado en Cristo siguió el camino. No tengo que deciros que llegó el primero a Venecia, ya que al único que dejaron los soldados pasar las puertas de Padua y Venecia sin resistencia fue él ¡Ah! y, por supuesto, viajó a Jerusalén sin pagar el pasaje.
Si consiguen esta confianza es porque se alimentan de la Palabra, de la Oración y de los Sacramentos. Hay un libro que me fascinó desde la primera vez que los leí: “El Peregrino Ruso”. Es uno de los libros más populares de la espiritualidad ortodoxa. En él, un starets, un peregrino viaja de santuario en santuario para comprender cómo se podía orar sin cesar tal como pedía San Pablo. Un maestro le enseñará la oración de Jesús, la Oración del Corazón, en la que se recita acompasando con la respiración la breve oración “Señor Jesús, ten Misericordia de mí”, en todo momento. Sea de esta u otra manera, de lo que hablamos es de la amistad, de la conversación, del trato con un amigo. Los cristianos creemos en un Dios que es persona, con el que podemos trabar amistad. Los padres sabemos que por mucho que hagamos por educar a nuestros hijos, son los amigos los que lo acaban moldeándolo. Por eso buscar esta Gran Amistad, este Gran Amigo, se me hace necesario.
Por último, los santos ven en los demás a Cristo. Recuerdo un sacerdote jesuita, el padre Boigues. Él trabajó en America en cárceles con asesinos, con los peores delincuentes. Como comprenderéis, no era lo mejor de cada casa los que habitaban este lugar. Sin embargo, él decía que cuando escarbabas, encontrabas el diamante que habitaba su corazón. Estoy seguro de que nadie vuela como un superhéroe, ni escala edificios con tela de araña ni salva al mundo con sus superpoderes que le hace ganar en pelea a los supermalos. Lo que sí existe es esa visión que nos hace ver en el próximo, en el enemigo, en, como diría Mañara, nuestros señores los pobres, al Cristo que nos ama.
Y como decía, los santos, nos animan a los creyentes y a los no creyentes, a nosotros mismos, cuando llegan los días de plomo y la vida pesa porque confiando caminamos, conversando, aunque sintamos que estamos solos, nos conocemos y aprendemos a pedir, a agradecer y a bendecir, porque viendo en el otro aunque solo sea a nosotros mismos, podemos amar. Y perseverando con la esperanza de alcanzar la Verdad que libera que descubrieron los santos.
Por eso, durante muchos años, llevaba en la cabeza la idea de publicar libros sobre santos. Pero pasaba el tiempo y no lo hacía. Sin embargo, un día, un amigo mío, al que le había contado esta idea, Carlos Seco, me propuso que escribiese un libro sobre Mañara. Y no me dejó salida. Me dijo que conocía a un ilustrador magnífico que haría los dibujos. Así fue. Escribí el cuento y conocí a Jaime Domingo. Él es profesor de economía y director de desarrollo del CEU San Pablo y siempre ha tenido por vocación el dibujo y la pintura que siempre ha puesto al servicio de las mejores causa. Le estoy profundamente agradecido. Hecho el primero, me pareció que era bueno que no se publicase solo y que se iniciase una colección sobre vidas de santos. Me decidí por San Ignacio porque estudié en Portaceli con los jesuitas y porque, como todos sabéis, la lectura de vidas de santos fue decisiva en la conversión de San Ignacio. Cuando me puse a buscar ilustrador, casi todos lo que encontré eran ilustradores influidos por el estilo Manga, con dibujos llenos de agresividad. He tenido la suerte de encontrar a María Bullón, creo que todo lo bueno que bulle dentro de ella se manifiesta en sus dibujos. Creo que ha sido un verdadero reto el dibujar a San Ignacio en tan diversos momentos de su vida en que la vestimenta y el aspecto físico varían tanto.
En el diseño, he intentado que con el uso de diversas fuentes de textos y distintos colores, el cuento pueda ser leído y entendido a distintos niveles. Por un lado está el texto completo del relato, por otro, los párrafos más importantes que resalto, y, por último, una palabra que destaco para dar a entender el tema principal del que se trata en la página.
En Mañara, un niño, Jorge, movido por la curiosidad de algo anecdótico -que Mañara había contemplado su propia muerte- traba un diálogo con él, que le llevará a conocer la conversión de Mañara y a convertir su fe infantil en una fe adulta.
En San Ignacio, otro niño, Lalo, convaleciente de una pierna rota, recibe la visita de un jesuita, el padre Lecaroz. La elección de este personaje no es casual, toda la generación de mis compañeros de Portaceli recordará a este buen cura que tantas historias nos contó. Eso hace con Lalo, contarle la vida y conversión de San Ignacio y enseñarle algo tan profundamente ignaciano como es el “discernimiento”
Muchas gracias»