No hay nada comparable al conocimiento. Pero la ignorancia que le precede es la mejor salsa para que esa grata sorpresa que nos produce lo nuevo nos lleve al deleite. Así me ocurrió en Aguilar de la Frontera, donde, solo pertrechado por lecturas, fui para realizar fotos para nuestro nuevo libro: «Córdoba y su provincia». Aparqué junto a su singular Torre del Reloj, obra de Juan Vicente Gutiérrez, y anduve hasta la octogonal plaza de San José, del mismo autor, que llama la atención por su armonía y grandeza.
Ascendí por la calle Moralejo y, al llegar al convento de las Descalzas, la puerta abierta de su iglesia me invitó a entrar; estaba expuesto el Santísimo y varias mujeres rezaban devotamente. Su contemplación la acompañaba el barroco cofre que es su templo: un completo despliegue barroco de retablos, yeserías y pinturas que cubren, en horror vacui, sus muros.
Seguí calle arriba y, tras pasar por la casa de las Cadenas, llegué a Santa María del Soterraño. Aunque estaba cerrada, tuve la suerte de que unas encantadoras «beatas» que se encargan semanalmente de su limpieza me invitaron a entrar. Aparte de disfrutar de su simpática conversación, pude recorrer este inmenso templo levantado en memoria de la aparición de la Virgen a un pastor. Agradecí subir al camarín de Nuestro Padre Jesús Nazareno. En sus escaleras, descubrí un viejo conocido: «El Mirabalcones»; el que había sido cirineo de mi hermandad de Pasión hasta 1951. Ya arriba, junto al Señor de dulce mirada con el fondo de los techos decorados con complejas yesería, agradecí la Belleza; sin duda, la más alta cima del conocimiento.
Aguilar de la Frontera en el libro «Córdoba y su Provincia» de Maratania.
Juan Pablo Navarro Rivas
Maratania
Edición. diseño, maquetación y servicios editoriales – Sevilla
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