Author Archives: Maratania
La Cartuja de Santa María de las Cuevas – Monasterio, fábrica y museo – 189
Este monasterio cartujo lo fundó el arzobispo Gonzalo de Mena en 1399 pero, cinco siglos más tarde, tras su desamortización, el Marqués de Pickman instaló una fábrica de loza y porcelana china. Abandonado este uso en 1982, fue, con motivo de la celebración de la Exposición Universal de 1992, sede del Pabellón Real. Tras este certamen, alberga el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
Pulse en la imagen para leer otros artículos de este Archivo:
La Parroquia de San Vicente de Sevilla y la tristeza – 188
Algunas plazas de Sevilla te invitan a quedarte como si fueran islas donde un tiempo lento marcase el paso al día. Otras, incluso puede que más bellas, son como puentes que cruzas en tu lento o rápido caminar. De estas es la plaza de Doña Teresa Enríquez con sus tupidos naranjos y su crucero en el centro. Y eso hago yo, la cruzo y entro en la parroquia de San Vicente, donde hace ya… unos cuantos años, me bautizó, su entonces párroco, el padre Ayarra, el hoy canónigo y reconocido organista.
Quizá sea por mi madre, que dice que es una iglesia propia para funerales, que siempre me ha parecido que tenía un aire triste y que, precisamente por ello, se me sugiere propia de los ritos que marcan nuestra existencia en su alfa y en su omega. El primero le ofrece, por la calidez del feliz del momento, ráfagas que la alivian de la pena e iluminan su atmósfera tranquila para que preste sosiego al despertar de la vida. En el postrero, la melancólica penumbra de San Vicente acompasa con la tristeza del alma que se despide.
Por un arquitecto cuyo nombre para qué recordar, se restauró hace ya alguno años. Desde entonces, tiene un aire más a nuevo del que yo conocí pero, a pesar del mobiliario de sala multiusos que le añadió y de la daltónica pintura de sus muros, me sigue pareciendo como entonces, un lugar para la melancolía, para la meditación, para la oración silente sobre nuestro principio, sobre nuestro fin.
Pulse en la imagen para leer otros artículos de este Archivo:
La Parroquia de San Lorenzo – Paisaje de mi infancia – 187
Mi familia vivía en la calle San Vicente, así que la vecina plaza de San Lorenzo pertenece a la entrañable memoria de mi infancia: el zapatero al doblar la esquina, el kiosko donde compraba chucherías y cómics, los fantasmagóricos platanos de indias, la basílica del Gran Poder, la parroquia de San Lorenzo…
Su torre de amplios vanos me dejaban ver sus campanas y, en el muro, siempre exacto, su reloj marcaba las horas de las idas y venidas, de las misas, del final de la Semana Santa con la Soledad cruzando la puerta del templo. Y, cada vez que yo también cruzaba el dintel, me esperaba la bellísima virgen de Rocamador con su suave y fascinante sonrisa y su pose elegante o se me aparecía humilde y arrobada en el famoso cuadro de la Anunciación de Villegas. Allí conocí a los primeros hermosos ángeles lampadarios, ese teatral y efectivo descubrimiento sevillano que nos llama desde su aérea belleza a contemplar el altar mayor. Y antes de irme, apartaba los paños de damasco para, tras la reja, maravillarme con la capilla del Sagrario, que era como una pequeña y asombrosa iglesia dentro de otra iglesia. Y así, los muchos días de repetidas miradas, de reiterados pasos, de asombros renovados fueron educando a mi alma en lo que era bello, en lo que era misterioso, en lo que iba más allá de tus ojos.
San Gil – La humilde puerta al barrio de la Macarena – 186
Sólo un pequeño retranqueo en la calle San Luis se inclina a su presencia, porque la parroquia de San Gil es una iglesia humilde. No hace gala de su antigüedad, una de las más antiguas de Sevilla: fundada en la segunda mitad del siglo XIII por el arzobispo don Remondo, el que fue, de hecho, el primer arzobispo de Sevilla tras la Reconquista si no contamos a Felipe de Castilla. Y acepta con agradecida memoria que sea ya sólo un recuerdo que desde 1653 a 1949 acogiera ese rostro que habla, ese pellizco del alma, esa sevillana manera de explicar la trancendencia: la Esperanza Macarena.
Pulse en la imagen para leer otros artículos de este Archivo:
Maratania y la regañá – 185
«Está delante del ventanal de su habitación en el hotel HABA Triana. Da directamente al río Guadalquivir. Puede ver la Giralda, la Torre del Oro, y todos el skyline de la ciudad. El vinilo de José Manuel Poto descansa encima de una mesa auxiliar, al lado de un libro de pastas duras sobre los monumentos de Sevilla y su provincia. Multiplica Sevilla se titula.» :“El asesino de la regañá” de Julio Muñoz Gijón
El Multiplica Sevilla está inspirado, obviamente, en un antiguo libro de Maratania, Sevilla Múltiple, al que sustituyó Sevilla, ciudad y provincia. Así que esta es, que yo sepa, nuestra primera y rancia referencia literaria. Me ha hecho gracia y gracias doy: un abrazo, Julio.
Pulse en la imagen para leer otros artículos de este Archivo:
Santa María la Blanca, donde el humilde yeso es exuberante riqueza – 184
Santa María la Blanca es una de las cumbres del barroco andaluz por el despliegue ornamental realizado para celebrar el Breve a favor de la Inmaculada. La fuerte crisis económica de la década de los treinta, crítica desde la epidemia de peste de 1649, dificultó la realización de nuevos proyectos arquitectónicos. La creatividad derivó a un espectacular barroquismo en el exorno de obras ya existentes. El uso del yeso, uno de los elementos más característicos de la arquitectura mudéjar, se relanzó en el barroco como medio idóneo para conseguir sus propósitos decorativos. Paradigma de ello es Santa María la Blanca, donde, entre 1662 y 1665, los hermanos Pedro y Miguel de Borja imaginaron la profusa ornamentación de yeserías de las bóvedas y de la cúpula del crucero. Sobre un fondo dorado, el blanco yeso lo invade todo con motivos turgentes en forma de guirnaldas, volutas, formas vegetales, querubines y angelitos, sin dejar lugar al vacío. Este espacio sorprendente y sugerente influyó en gran medida en la arquitectura barroca andaluza.
Las obras fueron costeadas por los feligreses de la parroquia y, en especial, por el canónigo Justino de Neve, hijo de una rica familia de mercaderes flamencos y fundador en 1675 del Hospital de los Venerables como asilo para sacerdotes.
La decoración con yeserías tiene su contrapunto en las pinturas al fresco que adornan arcos y muros laterales. Además, cuatro lienzos semicirculares de Murillo se encontraban bajo la cúpula y en las cabeceras de las naves. Estos fueron expoliados por las tropas francesas del mariscal Soult, parte del millar de cuadros que éstas se llevaron de la ciudad, aparte de esculturas, libros, plata labrada, tapices y otros objetos artísticos. Actualmente, dos de ellos se conservan en el Museo del Prado, existiendo en esta iglesia sólo unas copias, y los otros dos se encuentran en el extranjero. En la nave izquierda, afortunadamente, sí se conserva una Sagrada Cena original de Murillo que se ha restaurado en 1999.
La Piedad se encuentra en un retablo renacentista reformado en el XVIII. Es la última obra conocida de Luis de Vargas, quien la pintó en 1564. Representa a Cristo tras ser bajado de la cruz rodeado por las Marías y San Juan y con la Magdalena besándole los pies. Perfilándose en el fondo tenebroso aparece el Calvario y una escena que representa el Entierro de Cristo.
Juan Pablo Navarro Rivas
Pulse en la imagen para leer otros artículos de este Archivo:
Las dudas para decidir una portada
Pronto saldrá a las librerías nuestro nuevo libro: «…y Sevilla». Un libro de gran formato sobre nuestra querida ciudad que sustituye al «Sevilla 360º» que nos ha dado tantas satisfacciones. Estamos decidiendo cuál portada poner. Las dudas son propias de este momento y estas son los tres candidatas:
El patio de las Doncellas del Alcázar sevillano. Es la más «comercial de todas». Todo el mundo reconoce el lugar y lo asocia con nuestra ciudad. Eso que es bueno, por otro lado me disgusta, ya que es caer en el tópico. Como foto en sí, personalmente es mi tercera opción.
Los Baños de Doña María en el Alcázar. Estamos en el caso contrario. Es la foto más atractiva desde mi punto de vista. Aunque es una foto del Alcázar, es un lugar más desconocido. Pienso que puede, por un lado, despistar al que lo vea y, por otro, moverle a ojear el libro atraído por su «misterio».
Patio del Hospital de la Caridad. Me parece una foto muy inertesante, descentrada. con mucha profundidad y no es tópica. Es un punto medio entre las dos opciones anteriores.
Estoy abierto a opiniones; AYUDADME A ELEGIR.