En 1733, la Real Maestranza de Caballería obtuvo de Felipe V el permiso para la construcción de una plaza de toros en el monte del Baratillo. Realizada en madera, constituyó la primera plaza redonda de España. En 1761, con proyecto del arquitecto Vicente San Martín, se inició la que conocemos en la actualidad. Sin embargo, habría que esperar hasta 1881 para verla concluida con las obras que dirigió en esta última fase Juan Talavera de la Vega. Durante este transcurso de tiempo, se fueron adosando edificios en torno a ésta. Esto supuso que la circunferencia perfecta que se proyectó inicialmente se tornara en imposible, obligando a adaptar el edificio, incluyendo el ruedo, al solar resultante de esta yuxtaposición. Como resultado de ello, sólo desde el Paseo Colón se ofrece, en su fachada principal, al paseante que la observa. En Adriano, los distintos edificios que se le superponen la ocultan por completo; solo las puertas que se abren a la calle nos recuerdan su presencia.
Así es Sevilla, donde no es oro todo lo que reluce y donde los mejores diamantes se ocultan.