♦ En la plaza de España no existe un foco principal, al contrario, invita al paseante curioso a recorrerla para descubrir todos sus ángulos y detalles.
Esta monumental obra de Aníbal González se ha convertido en una de las más populares, representativas y, a su vez, tópicas de Sevilla. Constituyó el edificio más emblemático de los levantados con motivo de la Exposición Iberoamericana. Con el tiempo se ha convertido en uno de los monumentos más aceptados por los sevillanos y sus visitantes, a pesar de estériles polémicas sobre la actualidad de sus propuestas arquitectónicas.
Se construye entre 1914 y 1928 en una libre interpretación de los estilos renacentista y barroco con referencias a monumentos españoles, unido al uso de los materiales tradicionales de la arquitectura sevillana, el ladrillo y la cerámica. Todo sugiere inmensidad en un espacio de más de 50.000 metros cuadrados cerrado por un edificio de unos 200 metros de diámetro. Éste forma un inmenso semicírculo que flanquean en sus extremos dos espectaculares torres de 70 metros y una espléndida arquería ocupa todo su frente: simboliza el abrazo de España y América. Mientras que en la plaza de San Pedro vaticana todo nos lleva a dirigir los pasos hacia la Basílica, en la plaza de España no existe un foco principal, al contrario, invita al paseante curioso a recorrerla para descubrir todos sus ángulos y detalles.
Un canal atravesado por puentes adornados con revestimiento cerámico circunda el recinto. Las provincias españolas se representan en los bancos decorados con azulejos que se adosan al edificio, a través de sus escudos, sucesos de su historia y sus principales pueblos. Entre cada banco se encuentran unas estanterías de cerámica donde se colocaron libros y periódicos de cada provincia. De igual modo, entre los arcos que rodean el edificio aparecen medallones de cerámica con personajes de la Historia de España desde Séneca a Sorolla.