♦ Mucho de lo que conocemos de cómo era Sevilla en el siglo XVIII se lo debemos a él.
Pedro Tortolero se me ha aparecido dos veces este año. ¿Pedro Tortolero? ¿Quién es Pedro Tortolero? Pues fue un pintor, grabador y dorador del XVIII, discípulo del Domingo Martínez, el principal pintor sevillano del periodo. Como pintor, se conservan pinturas de factura endeble en la iglesia de San Nicolás de Bari y se le atribuyen las más interesantes pinturas murales de la parroquia de San Isidoro. Se sabe que murió en 1767 cuando dirigía las obras de decoración de la capilla sacramental de la Iglesia de Santa Catalina.
Es como grabador como descolló y mucho de lo que conocemos de cómo era Sevilla en el siglo XVIII se lo debemos a él: la Catedral, el Ayuntamiento, el Hospital de las Cinco Llagas, San Telmo, la Torre del Oro fueron minuciosamente representadas por su gubia.
Y decía que se me apareció dos veces. La primera fue en la preparación de nuestro próximo libro: Sevilla, casas sevillanas desde la Edad Media hasta el Barroco. En ella aparecerá publicada la más conocida de sus obras: La entrada de Felipe V en la ciudad de Sevilla en 1729. En ella se representa a la comitiva real atravesando el puente de Barcas, traspasando un arco triunfal y cruzando la ciudad con la catedral al fondo.
Mi imaginación me representa a Tortolero como al sevillano de siempre enamorado de su ciudad: paseando por ella, parándose en sus monumentos, cruzando sus calles, participando de sus tradiciones, miembro de los cortejos, espectador de la ciudad. Y me lo imagino como un hombre bueno que disfrutaría con un buen vino con sus amigos y compartiendo su vida con su famila, bienhumorado, sencillo, amable.
Su ciudad no lo recuerda con el nombre de una calle pero da igual; él la recuerda a ella como fue algún día hace ya casi 300 años.
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