Sólo un pequeño retranqueo en la calle San Luis se inclina a su presencia, porque la parroquia de San Gil es una iglesia humilde. No hace gala de su antigüedad, una de las más antiguas de Sevilla: fundada en la segunda mitad del siglo XIII por el arzobispo don Remondo, el que fue, de hecho, el primer arzobispo de Sevilla tras la Reconquista si no contamos a Felipe de Castilla. Y acepta con agradecida memoria que sea ya sólo un recuerdo que desde 1653 a 1949 acogiera ese rostro que habla, ese pellizco del alma, esa sevillana manera de explicar la trancendencia: la Esperanza Macarena.