El pasado cinco de noviembre fue el cincuenta aniversario de la muerte de Luis Cernuda. Su nombre evoca al exilio, a la soledad, a la incomprensión. Esta profunda experiencia de huída hacia dentro y hacia fuera se traslada a su breve retrato de José María Izquierdo escrito en su introspectivo Ocnos. En él refleja a cuantos sevillanos portan la pesada carga de su condición de tales, solos e incomprendidos a cambio de un gozo inefable, permaneciendo en esta Sevilla en la que Izquierdo “tiraba a la calle su talento”
Cernuda, ignorante de sus razones, se preguntaba:”¿Por qué se obstinó alicortado en su rincón provinciano, pendón de bandería regional para unos cuantos compadres que no podían comprenderle?”. Y se respondía que “todo fue causa de un error de amor” pero, al concluir, reconoce que quizá “tal vez gozó gloria mejor y más pura que ninguna”.

Luis Cernuda (Sevilla, 1902 – México, D.F., 1963) y José María Izquierdo (Sevilla, 1886 – Sevilla, 1921)
Y puede que, en realidad, a muchos sevillanos no les quepa otra que ser Izquierdo o Cernuda, convivir con los corazones vacíos o añorar los gozos azules. Y quizá, a los demás, sólo nos quepa ser corazones huecos que, de cuando en vez, alcazamos un efímero gozo.