Sevilla es ciudad de torres y espadañas. Mientras unas nos miran, las otras parecen ensimismadas con sus ojos entornados y humildes. Entre ellas está la de San Juan de la Palma, remate del envoltorio barroco que cubre a la iglesia mudéjar. El «Se acabó año de 1788» en azulejo blanco con letras azules sobre el hueco de las campanas nos informa de su juventud. Y así, queriéndola humilde, joven y hermosa, cuando mis pasos se adentran por la calle Feria, no dejo de saludarla, esperando, algún día, atrapar su mirada.
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