El convento de la Merced es la mejor obra del arquitecto y escultor Juan de Oviedo y de la Bandera, quien transformó el antiguo convento medieval de estilo mudéjar, entre 1602 y 1612, siguiendo los esquemas manieristas. Juan de Oviedo realizó la Iglesia inspirándose en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús de Hernán Ruiz II. Con una sola nave y planta de cruz latina, la decoran pinturas murales del XVIII de Domingo Martínez, destacando las de la cúpula.
El edificio se articula en torno a sus tres claustros: El del Aljibe, el de los Bojes y el del Claustro Grande. El del Aljibe sirve de entrada al Museo, es el más pequeño y de planta irregular. El patio de los Bojes es el que mejor conserva el diseño de Juan de Oviedo, con columnas de mármol blanco que sostienen arcos de medio punto. El bellísimo Claustro Grande, reformado por Leonardo de Figueroa en 1724, lo forman, en su parte inferior, arcos de medio punto sobre columnas pareadas de mármol y, en su parte superior, balcones enmarcados con pilastras jónicas.
La escalera, obra de Juan de Oviedo, es una excelente muestra de las escaleras barrocas sevillanas, como la del convento de los Terceros o la del palacio Arzobispal.
El Museo se inauguró en 1841, ocupando este edificio que había sido convento de la Merced Calzada hasta la Desamortización de Mendizábal en 1836. Su primer director fue el pintor Antonio Cabral Bejarano y constituyeron sus fondos las obras procedentes de los conventos y monasterios desamortizados. Con motivo de la visita de Isabel II en 1862 se inauguró la actual plaza del Museo que se abre en su frente y cuya disposición actual procede del diseño del arquitecto regionalista Juan Talavera en 1921. La gran portada barroca, fechada en 1729, se trasladó aquí desde la fachada de la iglesia en 1943.
Y dentro, ya sabéis, aloja la segunda pinacoteca de España. Así que, pasearos, y como monjes, deambulad por sus patios y pasillos y deleitaros con la espiritualidad que os regalan sus cuadros y su arquitectura.