Los sevillanos estamos acostumbrados a las calles estrechas y perdemos con ello la experiencia que ofrece lo desconocido. La paradoja es que los lugares más transitados son los que menos contemplamos. Necesitamos parar en nuestro camino y reflexionar para poder pasmarnos como un novicio. Así, si observamos con detenimiento, las calles estrechas pueden parecernos infinitas, o secretas cuando se curvan como meandros, o desembocaduras en los mares que son las plazas, o, simplemente, como ventanas que se abren a la belleza de una puerta, de una espadaña o de una torre. De esta clase es la calle de Guzmán el Bueno: mientras nos acercamos a Mateos Gago, nuestra mirada asciende para contemplar la fachada de la parroquia de Santa Cruz recortada entre los edificios de la calle; como mirando por una ventana estrecha y alargada que nos obligase a mirar al cielo y no al horizonte.
Y llegando a la iglesia, nos ocurre algo propio de Sevilla, que las cosas son lo que son pero también son lo que no son. Porque realmente aquí está la parroquia de Santa Cruz, e incluso la habita una cofradía conocida por este nombre, pero también es cierto y ya deberíamos saberlo -pues su campanario es espadaña y no torre-, que estamos en un convento. Porque convento es lo que fue desde 1655 a 1835: el convento del Espíritu Santo de la Orden de Clérigos Regulares Menores. La parroquia de Santa Cruz había estado desde la Reconquista en lo que es ahora la plaza de Santa Cruz hasta que, tras su derribo, en 1810, se trasladó a este convento hasta 1813 y, definitivamente, desde 1835, tras la desamortización de Mendizábal.
Y por otro lado, podemos pensar que su iglesia es del XVII, y eso es cierto -se iniciaron las obras en 1655 con proyecto de Sebastián de la Puerta sobre el solar del que había sido el corral de comedias de don Juan, y se concluyó en 1728 por José Tirado-. Pero también es verdad que la iglesia se reformó ampliamente en 1840 y que su fachada quedó inconclusa y que fue el arquitecto regionalista, Juan Talavera y Heredia, quien la concluyó en 1929. De este modo, tan sevillano, no sabemos si estamos ante un templo barroco, un templo neoclásico o regionalista.
Y aquí lo dejo, sin entrar a hablar de otros temas sevillanos que nos podrían sugerir su aledaña Escuela de Cristo; así que dejenme que me despida con eso tan recurrido, no tan solo sevillano sino español, del venga usted mañana.