El embajador y humanista veneciano Andrea Navagero, que conoció Sevilla con motivo de las bodas del emperador Carlos V en 1526, afirmaba que Sevilla se asemejaba más que ninguna otra ciudad de España a las italianas. En un siglo, la población de la ciudad se había triplicado y contaba ya con unos 130.000 habitantes. La riqueza del comercio con el Nuevo Mundo se reflejó en las casas construidas por la aristocracia local en donde se mezclan las corrientes del renacimiento con la tradición mudéjar que añade elementos tan sevillanos como los zócalos, yeserías y artesonados.
De este periodo, cerca de la casa de los Pinelos, en Guzmán el Bueno, 4, se haya una espléndida casa construida en el siglo XVI y reformada en el XVII y XIX. Conocida erróneamente por muchos como la casa Olea, conversando en una de sus salas con Enrique Moreno de la Cova, me afirmó que sus primeros propietarios fueron la familia de banqueros de los Sánchez Dalvo. Con este nombre aparece desde entonces en los libros de Maratania
Es de gran hermosura la portada de mármol en donde dos pilastras jónicas decoradas con formas vegetales sostienen el dintel. Sobre éste, seis ménsulas recogen el vuelo del balcón principal. Entre la portada y la cancela se encuentra un amplio zaguán cubierto por un artesonado.
Como es característico, el edificio gira en torno al patio que cuenta con galerías en sus cuatro frentes. Las de la planta baja las forman arquerías con pilastras y frisos decorados por yeserías. Las de la planta alta las constituyen balcones separados por pilastras.
En el patio cubierto por gravilla, siguiendo el modelo de tantos palacios italianos (de igual manera que la casa de los Bucarelli de la calle Santa Clara), se sitúan dos estatuas romanas, procedentes de Peñaflor, y un sobrio pozo de mármol.
Es el de esta casa, uno de los más hermosos patios de Sevilla. Uno de aquellos de los que, como el de su casa natal en la calle Acetres, desde la añoranza del exilio, Luis Cernuda evocaba en Ocnos: ”…, yo a solas y sentado en el primer peldaño de la escalera de mármol. La vela estaba echada, sumiendo el ambiente en una fresca penumbra, … Subían hasta los balcones abiertos, por el hueco del patio, las hojas anchas de las latanias, de un verde oscuro y brillante, y abajo, en torno de la fuente, estaban agrupadas las matas floridas de adelfas y azaleas. Sonaba el agua al caer con un ritmo igual, adormecedor… Disuelta en el ambiente había una languidez que lentamente iba invadiendo mi cuerpo”.
Juan Pablo Navarro Maratania – Edición. diseño, maquetación y servicios editoriales – Sevillamaratania@maratania.es www.maratania.es Facebook Linkedin twitter
¿Destierro?
Pablo, Cernuda escribió los textos de Ocnos entre 1938 y 1942 en Oxford y Glasgow (lugar que no le resultaba nada agradable).
Respecto a lo de destierro, pongo por testigo a nuestra Real Academia:
1. m. Acción y efecto de desterrar o desterrarse.
2. m. Pena que consiste en expulsar a alguien de un lugar o de un territorio determinado, para que temporal o perpetuamente resida fuera de él.
3. m. Tiempo durante el cual se cumple esta pena.
4. m. Pueblo o lugar en que vive el desterrado.
5. m. Lugar alejado, remoto o de difícil acceso.
Un abrazo
exilio.
(Del lat. exilĭum).
1. m. Separación de una persona de la tierra en que vive.
2. m. Expatriación, generalmente por motivos políticos.
3. m. Efecto de estar exiliada una persona.
4. m. Lugar en que vive el exiliado.
Me resulta más interesante pensar cómo se diría en el lenguaje eufenístico de lo políticamente correcto. Por ejemplo, «desplazamiento indefinido». ¿Qué sugieres?
Sobre los Sánchez Dalbo, puedes ampliar noticias aquí: http://f.hypotheses.org/wp-content/blogs.dir/1752/files/2014/06/DE-LOS-NEGOCIOS-GRUESSOS-AL-SE%C3%91OR%C3%8DO-DE-VASALLOS.pdf
Un saludo,