Paseaba por el barrio de Santa Cruz a una hora en que el bullicio curioso se apodera de él y que obliga a alzar la vista para contemplar algo de belleza en soledad. Sin embargo, más a ras de tierra, se produjo la visión y contemplé una hermosura sin igual. Los vi y me quedé prendado, su atractivo me pareció infinito. Los dos irradiaban, como si fuesen uno solo, una profunda pureza, un hondo amor, un mesurado y exquisito equilibrio.
Quise decirles que eran bellos pero no me atreví. Tímidamente, los seguí por las callejuelas del barrio y, como ladrón, les hurtaba fotos por la espalda. La armonía de sus gestos, el andar unísono y sus espíritus ligados prendaban mi mirada.
Los seguí, sí, los seguí, y cuando los dejé -tú me dirás que eran sólo dos enanos- sentí que Paris y Elena, majestuosos, se alejaban, habiéndome regalado, aunque en breve éxtasis, la contemplación de la absoluta Belleza.
Author Archives: Maratania
Descripción del Campanario de la Giralda – 175
El conjunto renacentista de Hernán Ruiz que corona la torre lo constituye, en primer lugar, el Cuerpo de Campanas, que mantiene la misma anchura que el cuerpo bajo del antiguo alminar, formando un único prisma con él. Se inicia con un pretil de piedra en donde los espacios entre sus trece pilastrillas se decoran con azulejos negros de variadas formas. Sobre éste se levantan pilares de ladrillo que forman cinco huecos por cada cara, cubierto el central por un arco y por dinteles el resto y, sobre cada uno de éstos, un óculo. Por encima, un pretil calado sobre el que se sitúan una serie de fanales y jarrones a los que se conoce popularmente como carambolas. En cada esquina se coloca una campana pétrea y, sobre ésta, una esfera de bronce con los tallos de azucenas que simbolizan al Cabildo Catedral (añadidos estos últimos en 1751).
El siguiente es el Cuerpo del Reloj, ya con una anchura inferior, donde se aloja la campana de 1400 y en cuyo friso aparece el siguiente epígrafe “TURRIS FORTISSIMA NOMEN DNI PROBERBI8”, tal como recoge el proverbio 18: Torre fortísima es el nombre del Señor.
Tras éste, el Cuerpo del Pozo con ocho pilares decorados con los característicos azulejos negros.
Por último, el Cuerpo Redondo de características formales parecidas al anterior y que sirve de inmediata base a la veleta.
La singular veleta, elegante, majestuosa y hermosa, la dibujó probablemente Luis de Vargas, la modeló Juan Bautista Vázquez “el Viejo” y la fundió al bronce Bartolomé Morel. Es una de las más bellas creaciones del Renacimiento español y traslada el modelo mitológico de Palas Atenea a una cristiana Fe, Triunfo de la Iglesia. Es el famoso Giraldillo al que con humor describe Cervantes en boca del Caballero del Bosque en su Don Quijote: “Una vez me mandó que fuese a desafiar a aquella famosa giganta de Sevilla llamada Giralda, que es tan valiente y fuerte como hecha de bronce, y sin mudarse de un lugar es la más movible y voltaria mujer del mundo. Llegué, vila y vencila, y hícela estar queda y a raya, porque en más de una semana no soplaron sino vientos nortes”.
Pulse en la imagen para leer otros artículos de este Archivo:
Paseando por la Iglesia de San Jorge (La Caridad) – 174
Durante estos días he ido añadiendo a mi album de facebook, “Paseaba por Sevilla”, fotos de la admirable iglesia de San Jorge del Hospital de la Caridad, obra maestra del barroco europeo. Os las agrupo aquí junto a los comentarios que las acompañaban.
Pulse en la imagen para leer otros artículos de este Archivo:
Sebastián Elcano, 46, un edificio para el cine – 172
En la vida de muchos edificios sevillanos, el tiempo les ha hecho cambiar de uso: palacio-casa de vecinos-apartamentos es un ejemplo típico. Sin embargo, este edifcio situado en Sebastián Elcano esquina con Virgen de la Cinta es un caso singular. Y es así porque, despues de muchos años de completo abandono, se ha convertido en plató de cine.
Todo empezó en el año 2012 cuando aparecieron carteles en las calles adyacentes advirtiendo de que se iba a rodar una película y que se acotaría la zona de aparcamiento. Al tiempo, el vecindario comprobó que era cierto y que en ese edificio olvidado se estaba rodando. Era para una película del director sevillano Santiago Amodeo, quien sorprendió hace ya unos años, junto a Alberto Rodríguez, con su original El Factor Pilgrim y a la que siguieron Astronautas y Cabeza de Perro. Fue, precisamente, para su última película, ¿Quién mató a Bambi?, cuando se rodaron escenas en este edificio.
Parecía que todo quedaría ahí pero durante todo este mes se ha estado rodando la nueva película de Paco León: Carmina y Amén. Y la cosa sigue, pues ota película, Asesinato Perfecto, se ha puesto en cola. Así que parece que tenemos un edificio para el cine por mucho tiempo.
Pulse en la imagen para leer otros artículos de este Archivo:
Luis Cernuda y José María Izquierdo – 171
El pasado cinco de noviembre fue el cincuenta aniversario de la muerte de Luis Cernuda. Su nombre evoca al exilio, a la soledad, a la incomprensión. Esta profunda experiencia de huída hacia dentro y hacia fuera se traslada a su breve retrato de José María Izquierdo escrito en su introspectivo Ocnos. En él refleja a cuantos sevillanos portan la pesada carga de su condición de tales, solos e incomprendidos a cambio de un gozo inefable, permaneciendo en esta Sevilla en la que Izquierdo «tiraba a la calle su talento»
Cernuda, ignorante de sus razones, se preguntaba:»¿Por qué se obstinó alicortado en su rincón provinciano, pendón de bandería regional para unos cuantos compadres que no podían comprenderle?». Y se respondía que «todo fue causa de un error de amor» pero, al concluir, reconoce que quizá «tal vez gozó gloria mejor y más pura que ninguna».
Y puede que, en realidad, a muchos sevillanos no les quepa otra que ser Izquierdo o Cernuda, convivir con los corazones vacíos o añorar los gozos azules. Y quizá, a los demás, sólo nos quepa ser corazones huecos que, de cuando en vez, alcazamos un efímero gozo.
Pulse en la imagen para leer otros artículos de este Archivo:
Cassas de su morada (Juan Cartaya)
Juan Cartaya Baños, Doctor en Historia Moderna, profesor, investigador y autor de Para ejercitar la maestría de los caballos. La nobleza sevillana y la fundación de la Real Maestranza de Caballería en 1670, ha publicado, en su muy recomendable bitácora –Aristocracias-, este artículo sobre nuestro libro: Casas Sevillanas desde la Edad Media hasta el Barroco:
«Estando en las cassas de su morada…», esta fórmula habitual al comienzo de los documentos redactados por los escribanos públicos, que quienes nos dedicamos a estas lides historiográficas estamos más que acostumbrados a encontrarnos en los documentos que manejamos (por ejemplo, en los protocolos notariales), me hacen traer a este su blog una nueva entrada, dedicada a estas «casas de morada», a las viviendas aristocráticas, en suma, y que para abrir boca dedicaré hoy a algunas de mi ciudad, Sevilla, con la colaboración indispensable -y espero que voluntaria, porque no he llegado a pedírsela siquiera- de mi buen amigo Juan Pablo Navarro, meticuloso editor, propietario y factótum (de fac-totum: lo hace todo) de la editorial sevillana MARATANIA, a cuyo delicioso libro sobre el tema remito, además de a su cuidado blog, del que ahora aportaré algunos enlaces.
La casa compone una parte relevante del patrimonio nobiliario: la “casa poblada”, las “cassas de su morada”, el solar familiar en suma, que podía hallarse tanto en la villa cabeza del señorío o bien en la ciudad, el lugar en donde –finalmente- terminan, nacen, se hacen y deshacen los linajes en la Edad Moderna. Linajes cuya presencia en las ciudades se asociaba al haber estado, desde tiempo inmemorial, asentados en determinadas calles o collaciones. Estas viviendas, que en el caso de Sevilla comenzaron a adaptarse al gusto italiano en el siglo XVI, son el escaparate en donde la familia exhibe su riqueza, su gusto y su poder, recogiendo un precedente muy caro al mundo helenístico y grecolatino. Antes del XVI, sin embargo, hay en la ciudad ejemplos extraordinarios de grandes mansiones palaciegas habitadas por importantes familias, como es el caso de los Stúñiga en el hoy palacio de Altamira o el caso de los Ponce de León en su gran palacio de la collación de Santa Catalina. Sin embargo, será el modelo italianizante el más imitado a la hora de levantar las grandes casas de las que se admiraba el cronista Alonso de Morgado, siguiendo el ejemplo de viviendas como la de los Pinelo: una gran fachada coronada por un balcón representativo o por una loggia; ventanas enrejadas abiertas a la fachada; apeadero, patio de honor y jardín trasero o segundo patio para uso íntimo. Este modelo se repetirá desde la Casa de Pilatos –el palacio de los duques de Medinaceli- hasta Dueñas, el palacio de los duques de Alba. Se verá seguido por otras grandes casas-palacio, tal vez no tan amplias y extensas como las dos últimas mencionadas, pero sí de gran representatividad, tales como -por ejemplo- la de los Domonte o la de los Mañara. La primera, propiedad de Juan de la Fuente Almonte y sita en la collación de San Vicente –conocida hoy como palacio de Monsalud- la adquirió en la almoneda de los bienes de don Gaspar de Monteser, caballero de Santiago y tesorero de la Casa de la Contratación, institución a la que había defraudado grandes sumas: este a su vez la había heredado de su suegro, don Rodrigo de Tapia, adquiriéndola Tapia en 1620 a los herederos de Diego Ochoa y Constanza del Canto, sus propietarios documentados en 1516. Almonte la compró por 14.000 ducados de plata en 1631, y le haría mejoras y reformas por valor de otros 6.000. Entre las mejoras, una nueva portada –que no es la conservada actualmente, reformada por los marqueses de Villamarín, descendientes de Fuente Almonte, en el siglo XVIII- y las dos grandes piedras armeras de los Domonte y los Verástegui, esculpidas por el cantero Martín de Anitua. La gran casa, de dos plantas, apeadero, caballerizas, dependencias para el servicio, escalera principal y tres patios, destaca aún hoy por su imponente aspecto: era, sin duda, un espléndido estuche para conservar en su interior los valiosos bienes muebles que poseía. Almonte –que en los últimos años de su vida murió endeudado y hubo de vender, para subsistir, varios de sus bienes que no estaban vinculados a su mayorazgo- guardaba en su casa un valioso servicio de plata, diversos cuadros de temática religiosa (San Francisco, San Pedro y San Pablo, Santa María, la Pura y Limpia Concepción, Santa Ana y la Virgen, la Virgen de la Antigua, San Miguel) y profana (veinticuatro de una serie de antiguos emperadores romanos con sus consortes; nueve de reyes y príncipes de España hasta don Baltasar Carlos, diversos paisajes y bodegones, algunos de ellos posiblemente flamencos) hasta un total aproximado de sesenta, una –para la época- nutrida biblioteca, un oratorio lujosamente dotado con diversos cuadros, imágenes y láminas (Nuestra Señora, San José y el Niño Jesús; Santa Inés; un Crucificado; San Cristóbal; una talla de una Inmaculada y otra de un Crucificado, otras dos en mármol de San Juan Bautista y de Nuestra Señora), además del frontal de altar y otros ornamentos sagrados. A ello hay que sumar los muebles y adornos de la casa, algunos de valor, como un escritorio de ébano y marfil y varias piezas de porcelana china. Un magnífico estuche, sin duda, para tanta joya.
Como prometí, paso algunos enlaces al blog de Maratania para su goce y regodeo visual e intelectual, apreciando cómo fueron algunas de estas casas de la aristocracia sevillana de los siglos XVI, XVII y XVIII (hay también alguna entrada dedicada a alguna vivienda del XIX). Aquí van: otras casas sevillanas del s. XVI y XVII, la casa de los Levíes o del Correo Mayor, Dueñas, Algaba, Villapanés, Casa Galindo, Vallehermoso y Santa Coloma… y tantas otras, pero para disfrutarlas en su totalidad, les aconsejo que se hagan con el libro. A mi me lo regalaron las pasadas Navidades, y tiene desde ese momento un sitio privilegiado en mi biblioteca.
JUAN CARTAYA BAÑOS»
—————–
Desde aquí, sólo me queda dar las gracias públicas al doctor Cartaya.
Dos sedes dos para "Joselito y Belmonte, una revolución complementaria, 1914-1920" – 169
Se imaginan coger el colchón de su cama, pasearlo en penitencia por las calles de Sevilla y empeñarlo en el Monte de Piedad con la imperante e inobjetable necesidad de no perderse la memorable corrida -qué quizá fuese la última, porque no hay remedio, tenlo por seguro, porque a Juan lo matará un toro- que el «Pasmo de Triana», don Juan Belmonte García, toreará en la Maestranza. Pues así hacía más de un sevillano y más de dos y de tres en esos principios de siglo en que media España era de Belmonte y la otra media de su amigo Joselito
Y así, ¿como podía ser de otra manera?, en dos sedes dos, se inauguró, promovida por el ICAS, el pasado 15 de octubre en el espacio Santa Clara y en el Castillo de San Jorge, la exposición «Joselito y Belmonte, una revolución complementaria, 1914-1920».
Y no empeñen su colchón , que no hace falta, pero, al menos, procesionen y recuperen la memoria de esa España, de esa Sevilla mágica, la de nuestros apasionados abuelos, y admírensen y pásmensen con la historia de Juan y de José, dos rivales que se querían.
Pulse en la imagen para leer otros artículos de este Archivo:
Reseña de nuestro libro Casas Sevillanas en el Archivo Español del Arte
En el último número del Archivo Español de Arte, se ha publicado una reseña de nuestro libro Casas Sevillanas desde la Edad Media hasta el Barroco firmada por Fernando Cruz Isidoro, Profesor Titular de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla:
————-
«Este libro culmina felizmente la larga trayectoria de investigación de su autor, Catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, sobre la arquitectura palacial sevillana, iniciada tempranamente en 1977 con “Palacio de las Dueñas” y “Colección Osuna”, en Museos de Sevilla. Patrimonio Nacional, y continuada a lo largo de varias décadas, fruto de su intensa investigación documental de archivo y de estricto análisis formal en el contexto de la evolución histórica de la arquitectura civil bajoandaluza. Muestra de ello fueron: El Palacio de San Telmo (1991); El Palacio Arzobispal de Sevilla (1997); El Palacio de las Dueñas y las casas-palacio sevillanas del siglo XVI (2003); La Casa de Jerónimo Pinelo, sede de las Reales Academias Sevillanas de Buenas Letras y de Bellas Artes (2006); o “Mármoles de talleres genoveses en las Casas-palacio de Andalucía occidental en el siglo XVI”, en Creación artística y mecenazgo en el desarrollo cultural del Mediterráneo en la Edad Moderna (2011). Temática que difunde en los Cursos de Doctorado y Master de la Hispalense. En esta ocasión, se aborda por primera vez el estudio integral de las casas-palacio sevillanas, logrando dar una visión de conjunto que faltaba, pues abarca desde la casa medieval a la barroca. Analizando documental y formalmente quince edificios, que desmenuza pormenorizadamente, el libro parte de una Introducción, donde realiza una valoración bibliográfica sobre esta temática desde el s. XIX al XX, para luego estructurarse en tres apartados: la casa-palacial medieval, la casa-palacial renacentista y la casa-palacial barroca. Antes de estudiarlas, las enmarca convenientemente en la Sevilla del momento, para lo que describe de forma general cómo evoluciona la ciudad en cada uno de esos periodos, abarcando la estructura social, con especial interés en la aristocracia y clases dirigentes, a las que iban destinadas estas viviendas, pero sin descuidar los rasgos económicos, demográficos u otros generales, para luego incidir más abundantemente en la arquitectura y el urbanismo del que estos inmuebles formaban parte. De gran interés son los caracteres generales que resalta de la tipología de casa-palacio de cada una de esas etapas (medieval, renacentista y barroca), fruto de su conocimiento y capacidad de síntesis, para luego pasar a estudiar concienzudamente cada ejemplo, donde tienen cabida los materiales constructivos, planta, fachadas, torres, patios, escaleras, salones, cubiertas, jardines, y la decoración (pinturas, yeserías, escudos nobiliarios, enlucido…), todo enmarcado por la historia de su proceso constructivo, con los diferentes mecenas, dueños y usos que el inmueble ha tenido a lo largo de su historia. De época medieval se estudian cuatro casas, partiendo del Palacio mudéjar de Pedro I en el Alcázar, verdadero ejemplo para la arquitectura doméstica palacial hasta bien entrada la modernidad, seguida del Palacio de Altamira, la Casa del Rey Moro y Palacio de los Marqueses de la Algaba. Observa cómo son de uno o dos pisos, faltos de uniformidad y simetría, tanto en planta como alzados, de fábrica de tapial, ladrillo enlucido o agramilado, cubiertas con armaduras de madera y abovedadas las capillas, de fuerte introspección, con pocos huecos al exterior y asimétricos, aspecto laberíntico, y una organización que desde la casa-puerta conducía a establos, cochera, bodega y a la planta alta, como zona noble. Espacio ordenador resulta el patio principal, con acceso en recodo con dos o más galerías sobre pilares de ladrillos achaflanados, de arcos entre semicírculo y apuntados en el inferior y rebajados o angrelados en el superior.
De la etapa renacentista estudia cinco inmuebles: la Casa de Pilatos, el Palacio de la Dueñas, la Casa Almansa (Mañara), la Casa de Jerónimo Pinelo y el Alcázar renacentista. Concluye que no son realizadas bajo un concepto unitario, sino fruto de remodelaciones a lo largo de varios siglos, resolviendo la manifiesta complejidad de la que hacen gala. Partiendo de la casa-mudéjar, y de nuevo con los ojos puestos en la renovación renacentista de los Reales Alcázares, estas casas se abren al exterior con fachadas trazadas con mayor simetría, destacando el uso de mármoles, tanto para la portada de ingreso, descentrada, como para las pandas de columnas del patio claustrado, que sustituyen los viejos pilares de ladrillo, sostenedores de arcos peraltados en planta baja y escarzanos en la alta. Sus salas, rectangulares (palacios) y cuadradas (cuadras) se cubren con armaduras (de artesones o alfarjes con motivos geométricos de lacería y paños de mocárabes), y no suele faltar el gran volumen de la caja de escalera de tipo claustral de un tiro. La decoración es a base de yeserías, azulejos de arista de cerámica vidriada, blasones heráldicos y pinturas murales de temática geométrica y humanista.
Seis son las casas-barrocas elegidas: Palacio Arzobispal; Museo-palacio de la Condesa de Lebrija; Casa Bucarelli (Santa Coloma); Casa de los Villa, Casa del Almirante López-Pintado (Villapanés); y Casa de Benito del Campo. Resultan en su mayoría casas prexistentes, que se renuevan, acercando la zona residencial más a la calle, a la crujía de fachada. Suelen presentar fachadas de dos plantas y, a veces, ático; portada de rica ornamentación con balcón sobrevolado con guardapolvo; gran número de vanos al exterior articulados por pilastras; una torre-mirador en ángulo; decoración de esgrafiados y pinturas murales geométricas; patios con arquerías semicirculares en ambas plantas, o cerradas en la superior con balcones entre pilastras; bóvedas de yeserías, etc. El aparato científico se refleja en una amplia bibliografía consultada.
Todo ello con una redacción amena, magníficamente ilustrada con más de 230 fotografías a color de gran calidad y de estética muy lograda, fruto de la labor de Juan Pablo Navarro, en el contexto de una novedosa edición, diseñada por Maratania, con amplios pies de fotos que permiten desarrollar con su simple lectura una visión paralela de la obra. Su amplio formato (30 x 34 cm) y su encuadernación en Tamposer (cartoné fotográfico) enmarcan convenientemente la obra.
En definitiva, estamos ante un libro novedoso por lograr una visión general de la tipología de la Casa-palacio sevillana, basada en una amplia experiencia de investigación y publicación al respecto de su autor, que puede resultar de interés al investigador, por su texto científico, y al público en general, por sus amplios resúmenes y abundante reportaje fotográfico.
FERNANDO CRUZ ISIDORO
Universidad de Sevilla
—————–