La casa de los Pinelos (II) y Francisco Pinelo – 28

Galería de la casa de los Pinelos con retratos de la familia

Galería de la casa de los Pinelos con retratos de la familia

En el solar en que se construyó la casa de los Pinelos había estado la casa del gran visir en tiempos de la taifa de Sevilla y, tras la reconquista, fue vivienda de personajes principales vinculados a los reyes. A mediados del XV, pertenecía al Abad Fernando González (de quien se deriva el nombre de la calle: Abades) de quien pasaría a Francisco Pinelo quien construiría la casa que hoy conocemos.
Francisco Pinelo (Génova, ? – Sevilla, 1509) llegó a Sevilla en fecha incierta, tras su paso por Valencia, como agente de la banca genovesa. El Consulado de Génova era el más importante entre los extranjeros que se encontraban en Sevilla y, tras el Descubrimiento, su situación fue privilegiada. Entre sus componentes se encontraban personajes tan importantes como Tomás Mañara, Corzo Vizentelo y el propio Francisco Pinelo.
Francisco Pinelo estableció fuertes lazos con la aristocracia sevillana y con los reyes, de los que fue fiel ejecutor, ofreciendo su apoyo financiero para sus empresas. Prestó, así, a los Reyes Católicos dinero para la guerra de Granada y para el destierro posterior de Boabdil; trascendental fue su apoyo en los dos primeros viajes de Colón, a quien le unía una gran amistad (téngase en cuenta la muy probable procedencia genovesa de éste). Mantuvo, a su vez, una gran actividad comercial que se trasladaría al Nuevo Mundo tras su descubrimiento.
Su principal obra fue el impulso que dio a la Casa de la Contratación, siendo redactor de sus estatutos inspirados en los de Génova. Tenía como misión el control del monopolio del trafico con las Indias y se mantuvo en Sevilla hasta su traslado a Cádiz en 1717. Su gobierno era tripartito y sus tres principales cargos fueron el jurado Francisco Pinelo, el tesorero Sancho de Matienzo y el contador de la armada de Indias Jimeno de Bribesca

Francisco Pinelo y su mujer María de la Torre

Francisco Pinelo y su mujer María de la Torre

Volviendo a la casa de los Pinelos, en ella queda constatada la propiedad en la profusión de escudos de la familia que se encuentran en el artesonado de sus dependencias y, especialmente, en la galería de retratos que se encuentran en el patio y que serían de la familia de Francisco Pinelo. Visitando a nuestro ilustre vecino Eduardo Ybarra, que había colaborado con nosotros cuando Maratania publicó Sevilla, una mirada en el Tiempo, me comentó que había localizado entre estos a los que creía que eran Francisco Pinelo y su mujer, María de la Torre. Me pidió que les hiciéramos fotografías y así hizo Miguel Zapke. Luego las publicó en su quinta ración de Sevillanías (de donde extraigo, en gran parte, estas notas)  en donde los  describe así:
“Francisco Pinelo, fiel ejecutor de los Reyes Católicos en Sevilla, y su mujer Dª María de la Torre, ella con elegante tocado de matrona genovesa, y él con enérgicas facciones propias de la importante autoridad con que fue investido por los Reyes Católicos”
De su matrimonio nacieron Jerónimo y Pedro, que fueron canónigos de la Catedral, a los que se unen tres hijos naturales, legitimados por los reyes, Cristóbal, Luis y Juan. Ambos cónyuges están enterrados en la catedralicia capilla del Pilar de la que eran patronos.
Respecto a la casa, pasó a mitad del XVI a ser propiedad del Cabildo Catedral y, tras ser desamortizada en 1870, pasó a Francisco Camino, fundador de los famosos almacenes nombrados con sus apellido. Su última propietaria fue María Pérez de Guzmán y Pickman, a quien el alcalde Félix Moreno de la Cova convenció para que la adquiriese el ayuntamiento como sede de las academias sevillanas, lo que se formalizó el 9 de agosto de 1966.
(Este artículo continúa en La casa de los Pinelos (III) y Jerónimo Pinelo)

Portada de Casas Sevillanas desde la Edad Media al Barroco

Portada de Casas Sevillanas desde la Edad Media al Barroco con textos de Teodoro Falcón

P.D.: Los textos que ve en este artículo y en otros de la bitácora sobre las casas de nuestra ciudad son de mi autoría, sin embargo, en noviembre de 2012 hemos publicado Casas Sevillanas desde la Edad Media hasta el Barroco con textos de uno de los máximos expertos en arquitectura sevillana, el catedrático Teodoro Falcón.

La Casa de los Pinelo en “Casas Sevillanas desde la Edad Media al Barroco” de Teodoro Falcón

Juan Pablo Navarro
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La casa de los Pinelos – 27

la casa de los pinelos en sevilla 360º de Maratania

La casa de los Pinelos en Sevilla 360º de Maratania

Entre las casas sevillanas del XVI ocupa un lugar destacado la casa de los Pinelos. Procede su nombre de su fundador, Francisco Pinelo, genovés de origen y uno de los más ricos mercaderes de Sevilla. Hoy es la sede de las Reales Academias Sevillanas de Buenas Artes, Letras y Medicina. La casa consta de dos plantas rematadas por un mirador con un antepecho gótico de piedra calada y una techumbre mudéjar sustentada por arcos de medio punto. Los miradores se convirtieron en un elemento característico de muchas casas sevillanas de los que se conservan hoy todavía bellos ejemplos como en Cristo de Burgos 21, Argote de Molina 17 o Viejos 1.
El patio principal es, sin duda, de gran atractivo y de clara referencia renacentista, en donde los arcos de medio punto se adornan con yeserías platerescas, más profusas las de la planta baja que las de la alta. Destacan en la casa los zócalos de azulejos y los artesonados que se encuentran en algunas de sus dependencias, como en el gran salón de la planta baja.
Cuando el Corte Inglés derribó la casa de los Sánchez Dalp en la plaza del Duque para construir sus almacenes, restauró la casa de los Pinelos.
(Este artículo continúa en La casa de los Pinelos (II) y Francisco Pinelo)

Francisco Pinelo

Francisco Pinelo (Génova, ? – Sevilla, 1509) financió los dos primeros viajes de Colón y promovió la Casa de la Contratación de Indias. Según Eduardo Ybarra Hidalgo, este retrato de la casa de los Pinelos lo identifica. El propio Eduardo me pidio que hiciéramos esta foto cuando preparaba su quinta ración de Sevillanías. La foto es de Miguel Zapke.

Turismo de aventura en el Hotel Rusia de Moscú – 25

Hotel rusia
En la Plaza Roja, junto a la catedral de San Basilio, se levantaba el Hotel Rusia, el más grande del mundo. Este mamotreto alojaba en tiempos de la URSS a los miembros del PCUS, y cuando lo conocí, era otro de los vetustos hoteles donde apilar turistas y viajeros en la capital rusa.
5 de la mañana, 12º bajo cero, el taxi nos dejó frente a la entrada del hotel. Con maletas y bolsas de viaje para cuatros manos, entramos en el vestíbulo del hotel. A pesar de la hora, había cola en recepción. Después de la gélida y militar revisión de nuestra documentación, la recepcionista nos dio nuestras llaves.
Subimos a la planta, empezamos a andar, seguimos andando, continuamos andando. Por la numeración, la habitación no debía estar cerca. Llegamos a una esquina del hotel, donde había un restaurante. Los camareros dormían en los sillones. Uno de ellos, desperezándose, advirtió nuestra presencia y, con mal humor, se nos acercó. Por señas, logramos que nos indicase por dónde ir; bueno, en realidad, sólo nos señaló que “palante”. Empezamos a andar, seguimos andando, continuamos andando, pasamos un vestíbulo con ascensores, seguimos andando y, ¡horror!, el pasillo está cerrado. A través de las puertas de cristales, nos parece ver que detrás hay un hospital; así era, éste se incrustaba en esa planta del hotel. Damos marcha atrás y volvemos al restaurante. Gesticulamos de nuevo con el camarero y creemos entender que hay que bajar al otro piso para superar la clínica y, una vez al otro lado, volver a subir.
Otra vez, empezamos a andar, llegamos al vestíbulo de los ascensores y cogemos el más cercano. Pulsamos el piso de abajo, no funciona, el del piso de arriba, tampoco. Mala suerte. ¡Hay cuatro ascensores, alguno funcionará!. Ninguno. Probemos el botón del vestíbulo y volvamos a empezar. Sí, sí funciona. Se abre la puerta y, ante nuestros ojos, aparece una enorme sala vacía (el hotel tenía un vestíbulo por cada cara y éste no tenía uso). Al fondo, un solitario empleado del hotel deambulaba aburrido. Al vernos, se acercó. Algo de suerte, chapurreaba español y nos indicó cómo salir de allí. Así, que con su ayuda, logramos superar la clínica por una planta superior y volver a bajar a nuestra planta.
Empezamos a andar, seguimos andando, continuamos andando, doblamos otra esquina con un restaurante indescriptible y, por fin, ya estábamos cercanos a nuestra habitación. Ya sólo nos quedaba superar el último trámite burocrático de los hoteles ‘soviéticos’, la responsable de planta, si no tienes tu boleto de la habitación, de aquí no pasas tovarich. Tras una hora de turismo hotelero, por fin llegamos.
Bueno, pensaréis que si hubiésemos escogido el camino correcto la cosa no hubiese sido para tanto. Sí, es verdad, pero os aseguro que andando rápido y conociendo el camino correcto, tardábamos ¡veinte minutos!
Lo triste es que el hotel lo han derribado, por lo que, apasionantes aventuras como ésta, ya no están disponibles en las agencias de viajes. ¡Qué pena!

(Este artículo tuve la suerte de publicarlo primero en www.triplannet.com, una fantástica página web donde los viajeros comparten sus experiencias)
Juan Pablo Navarro
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Viva el fútbol y viva la mística – 24

jugar al fútbolSí, me gusta el fútbol; sí, lo reconozco. Abro los periódicos por la sección de deportes; sí, es verdad. No aguanto aquello de cómo te puede gustar ver a 22 personas en calzoncillos detrás de un balón; no, no lo soporto. Que por qué me gusta; usted me lo pregunta y yo se lo respondo: el fútbol te permite experiencias que pocas cosas te ofrecen ni pagando sumas astronómicas ni regalando el mayor de tus esfuerzos.
Se ha especulado mucho sobre la épica del fútbol y yo lo suscribo, el fútbol es la épica de nuestro tiempo. Pero el fútbol es más, el fútbol es mística. Cómo puede considerarse si no la experiencia de gritar goooooooooooooool. Pocas cosas podemos comparar al abrazo exaltado con el vecino de asiento que ni siquiera conoces; ni la más placentera paz del que contempla el sol hundiéndose en el mar resiste siempre victoriosa la comparación con ver ese balón atravesando la meta rival.
Sabemos del esfuerzo de años del opositor de notarías, de la inagotables horas para preparar una negociación, de las horas de viaje del que busca un destino pero ¿a cuántos que aprueban, tienen éxito o alcanzan su propósito han visto con la exaltación de un simple aficionado? y, si alguno de aquellos la alcanza, ¿cómo compararla a compartirla con miles de personas formando un solo eco? No, no hay comparación, no busquéis, mejor, id al fútbol.
Sí, id al fútbol y descubrid los grados de la mística porque, evidentemente, hay goles y goles. Hay goles adocenados que dan tanto placer espiritual como una canción de Lady Gaga y goles que te acercan a atisbar el misticismo de la música de Messiaen. Yo viví uno de ellos.
Levité, sí levite, lo repito lé-ví-té. No es una metáfora, no es una exageración, es una experiencia real. Un año antes era un hombre sin fe, había perdido toda esperanza de que mi equipo ganase algo y el mal amor de la envidia me fustigaba mientras por la mañana veía llegar a Sevilla a aficionados con camisetas barradas que venían de ganar una Copa. No, yo no lo viviría jamás. Era el 10 de mayo de 2006, mi rodilla llevaba meses dándome la lata y cojeaba y me dolía al mínimo esfuerzo. Luis Fabiano había marcado el primero, qué gol había gritado y con cuántos me había abrazado, y aquí llegó Maresca y entonces creí. Creí que por fin triunfaríamos, que mi esperanza contra toda esperanza llegaría y que la estruendosa alegría del amor a mi equipo estallaría y empecé a saltar, a saltar, a saltar. Sentí que mi rodilla ya no dolía, que no pesaba, que era ingrávido y un gozo supremo me colmaba. Levité, te digo que levité, que si me hubiesen dado el mundo lo hubiera levantado como Atlas, que todo el mundo era mi amigo, era mi hermano. Campeones, campeones, campeones. Hoy he vuelto a ver esos goles y el corazón me ha vuelto a latir con fuerza y me he emocionado. Ese momento no lo habría vivido sin el fútbol y yo, se los aseguro, soy de los tibios, imagínense los fanáticos.
Decidle, ahora, a los aficionados del Sevilla, del Betis o del Liverpool que el fútbol es ver a 22 en calzoncillos… Mejor, dejad de ser incrédulos y sed creyentes.
Middlesbrough 0-4 Sevilla, 10 de mayo de 2006, Sevilla campeón

El Caballo Español en los Museos Vaticanos desde 1514

El encuentro de León Magno con Atila - Rafael Sanzio, 1513-1514
Son ya unos cuantos años los que llevo colaborando con la ANCCE (Asociación Nacional de Criadores de Caballos de Pura Raza Española), sobre todo en el diseño y maquetación de su revista El Caballo Español. Por ello,  estoy atento a lo que leo sobre el PRE y no pudo dejar de llamarme la atención lo que escribe Vasari en su celebérrima “Vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos” (la primera edición es de 1550):
Atila, sobre un caballo negro cuatralbo y de frente estrellada, tan hermoso como es posible, levanta la cabeza con temor y gira el cuerpo huyendo. Hay caballos muy hermosos, y especialmente un andaluz manchado, cabalgado por una figura con todo el cuerpo cubierto de escamas a guisa de pez, copiado de la columna Trajana, en la que hay gente armada de esa forma.

Detalle del caballo descrito por Vasari

Detalle del caballo descrito por Vasari

Vasari está describiendo El encuentro de León Magno con Atila, obra de  Rafael Sanzio, entre 1513-1514, uno de los frescos más conocidos de las Estancias de Rafael de los Museos Vaticanos. Aunque la morfología del caballo que describe no nos recuerde a la morfología actual del PRE, sí afirma que el concepto de caballo andaluz y, por extensión, caballo español o PRE (Pura Raza Español) era un concepto ya acuñado y extendido por Europa en la Edad Moderna. La mención tiene mayor importancia en el sentido de que las Vidas de Vasari se puede considerar la obra inaugural de la Historia del Arte y de que Rafael es uno de los mayores maestros de todos los tiempos. Desconozco si habrá citas más antiguas, pero me parece que pocas razas equinas podrán competir con una más añeja y de mejores padres.

Despacio que no lento – 22

Si algo admiro de la Andalucía que me vio nacer es la sabiduría del hacer despacio que no lento. Despacio es el tiempo que necesita lo importante, lo vital, lo trascendente. Lento es ir a una velocidad menor de la que el arte necesita. Despacio es el tiempo en su justa medida, en la medida de la eternidad. Y, por ello, cuando llega, su presencia es tan clara y conocida para el alma sensible que siente que el tiempo se detiene.
A todos se nos viene a la memoria los lances tópicos, mil veces aprehendidos: el pausado movimiento del capote, el cadencioso andar de los pasos de Semana Santa, el infinito ay de una soleá; la respiración tranquila, la frase clara, la oración sentida; la mirada, el oído, el paladar atento; el amor despacio, el trabajo hondo, la muerte en calma.
Despacio no es pereza, no es indolencia, no es desidia, es más bien el supremo esfuerzo, la mayor sabiduría, la senda difícil que lleva a lo perfecto. Porque lo que merece hacerse despacio son los actos supremos de belleza, de amor, de vida que habitan en lo más sutil, en lo más débil, en lo más estrecho. Despacio no se mueve cualquiera, sólo el tocado por la gracia. Sí, el tocado por la gracia, el más distinguido calificativo que un sevillano puede pronunciar: ¡qué gracia tienes!
Pues sí, aquí, deprisa, en este efímero medio, te halago, te añoro y te deseo, y algún día espero si no tenerte, al menos, contemplarte.

Juan Pablo Navarro
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Casas sevillanas del XVI y del XVII – 21

Muestra de casas sevillnas desde el Barroco hasta la Edad Media ©Maratania
El siglo XVI trajo la apertura de los edificios a la calle. Hasta entonces dominó la falta de luces y ventanas hacia el exterior, como en la Casa del rey Moro, casa del siglo XV. Las fachadas siguen el modelo, que acabó imponiéndose en el seiscientos, por el que se abrieron a la calle ventanales y balcones, alcanzando paulatinamente el balcón principal cada vez mayor importancia y complejidad, proceso que culminó con los del Palacio Arzobispal o San Telmo. Esta evolución se inició en el XVI, como nos relata Pedro Mexía: “todos labran ya a la calle, y de diez años a esta parte se han hecho más ventanas y rejas a ella que en los treinta de antes”. El esquema de la casa-palacio sevillana, heredada de la tradición grecorromana y mantenida en la época islámica, se articula en torno al patio. A su alrededor se repartían las habitaciones de la casa y, tras ella, el jardín o huerto.
Los principales casas estaban repartidas por la ciudad, ya que la aristocracia se dispersó por ella, siendo a su vez, patronos de los templos de sus collaciones: Los Ribera se establecieron en la parroquia de San Esteban (Casa de Pilatos); el duque de Arcos en Santa Catalina (antiguo colegio de los Escolapios), el duque de Medina Sidonia en San Miguel (Plaza del Duque), los Pineda (Casa de las Dueñas) en San Juan de la Palma; los marqueses de La Algaba en Omnium Sanctorum, etc.
La casa de los marqueses de la Algaba, en la que destaca su balcón gótico mudéjar, fue levantada hacia 1474 y perteneció a éstos hasta 1882. Ejemplifica bien la tumultuosa vida del caserío sevillano; desde entonces, se utilizó como teatro, casa de vecinos, almacén e, incluso, sus jardines, como cine de verano. Finalmente, fue restaurado por el Ayuntamiento para usos municipales. Muchas no tuvieron la misma suerte y sucumbieron a la piqueta de un supuesto progreso.
(Extraído de Sevilla 360º de Editorial Maratania)

Portada de Casas Sevillanas desde la Edad Media al Barroco

Portada de Casas Sevillanas desde la Edad Media al Barroco con textos de Teodoro Falcón

P.D.: Los textos que ve en este artículo y en otros de la bitácora son de mi autoría, sin embargo, en noviembre de 2012 hemos publicado Casas Sevillanas desde la Edad Media hasta el Barroco con textos de uno de los máximos expertos en arquitectura sevillana, el catedrático Teodoro Falcón.

Juan Pablo Navarro
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La Casa del Rey Moro, la más antigua de Sevilla – 20

Casa del Rey Moro - Joaquín Guichot

Casa del Rey Moro – Joaquín Guichot

La Casa del Rey Moro es la vivienda más antigua de las conservadas en Sevilla. Cercana al convento de Santa Paula, su fachada principal da a la calle Sol. En el XIX se transformó en casa de vecinos y hoy es sede de la Fundación Blas Infante.
Su fachada nos recuerda el aspecto de las casas mudéjares, sin vanos abiertos a la calle. No fue hasta el XVI cuando en las casas sevilanas empezaron a abrirse ventanas y balcones al viario. Las dependencias rodean el patio principal, lo mejor conservado del edificio: lo cierran en tres de sus caras arcos con pilares de variadas formas, octogonales, helicoidales o cilíndricos. El salón principal se cubre con una armadura de tirantas de estilo mudéjar.
El dibujo de Joaquín Guichot de 1876 es la imagen más conocida del edificio. En él se recrea el patio con las caprichosas formas de sus pilares. Editorial Maratania, en Sevilla 360º, como se ve en la imagen de cabecera, actualizó esta centenaria imagen.

Portada de Casas Sevillanas desde la Edad Media al Barroco

Portada de Casas Sevillanas desde la Edad Media al Barroco con textos de Teodoro Falcón

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La Casa del Rey Moro en en "Casas Sevillnas desde la Edad Media al Barroco" - Maratania

La Casa del Rey Moro en “Casas Sevillnas desde la Edad Media al Barroco” – Maratania

Juan Pablo Navarro Rivas
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